Hay una furia allá afuera y todo el mundo lo sabe: el colapso se acerca y no hay escapatoria alguna. En manadas se van desplazando hacia las periferias en busca de algún refugio, algún abrigo que los soporte. La histeria ha alcanzado las grandes ciudades y se atraganta con todo lo que hay a su paso sin piedad, sin remordimiento.
Atrás sólo quedan cenizas que alguna vez fueron casas, pastos, calles, árboles, animales… Todo fue devorado atrozmente por esta enfermedad y nadie pudo preverlo.
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